Charter City

Adán Vallecillo
Curaduría: María José Chavarría
Inauguración: 19 de julio 2012 / 7:00 p.m.
Del 19 de julio al 1 de septiembre del 2012.
Sala 1
Museo de Arte y Diseño Contemporáneo

Charter City. Adán Vallecillo

CONVERSATORIO: 19 de julio 2012 / 6:00 p.m. / VIDEOTECA MADC Videoteca MADC
INAUGURACIÓN: 19 de julio 2012 / 7:00 p.m. / SALA 1 Sala 1 
Abierta al público hasta el 1 de septiembre del 2012

 

La cultura comienza con el desecho. Es decir que se alimenta del despojo de lo que simbólicamente deja de ser relevante para el mercado, así sean electrodomésticos, personas modas o paradigmas políticos e intelectuales. Es por eso que últimamente me estoy enfocando en una producción que parte de esa reflexión y que bien puede resultar en paisajes abstractos, readymades, o acciones; los cualesse van configurando a partir del recorrido ya sea como desplazamiento del propio cuerpo o como energía contenida en el despojo recolectado.

Un modelo (cualquiera que sea) es planteado por sus autores como un referente casi siempre ejemplar, único, exclusivo, exitoso, superior, destacado, coherente, efectivo, acertado, aplicable, funcional y paradigmático; de ahí que me interese la dimensión arquitectónica del modelo y sus manifestaciones como estructuras de pensamiento o reconstrucciones ideales de nuestras precarias certezas y de nuestros contundentes miedos.

Ciudad Modelo, es el nombre con que se conoce en castellano Charter City, algo así como una versión neoliberal de la Ciudad del Sol de Tommaso Campanella, pero donde, a diferencia de esta última, la propiedad privada y el lucro, definen los estatutos autónomos de su sistema de gobierno. Mientras el tema de la posibilidad de construir ciudades modelos en Latinoamérica cobra fuerza, he concentrado mi búsqueda en algunas de las estructuras de pensamiento que históricamente han hecho posible la aplicación de modelos a nuestras realidades irreductibles.

Adán Vallecillo, Julio 2012

Charter City. Adán Vallecillo

Culture begins with wastes. This means that it feeds from the remains of what is symbolically no longer relevant to the market, either appliances, fashion, people, or political and intellectual paradigms. That is why lately I have focused on a production based on such reflection and that may well result in abstract landscapes, ready-mades, or actions, which shape up along the way either as displacement of the body itself or as energy contained within the collected waste.

A model (whatever) is proposed by the artist as a reference usually exemplary, unique, exclusive, successful, superior, outstanding, consistent, effective, accurate, applicable, functional, and paradigmatic, hence my interest in the architectural dimension of the model and its manifestations as structures of thought or ideal reconstructions of our precarious certainties and strong fears.

Ciudad Modelo” is the Spanish name for Charter City, something like a neoliberal version of the City of the Sun by Tommaso Campanella, but where, unlike the latter, private property and profit define the autonomous regulations of a government system. While the issue of the possibility of constructing model cities in Latin America is gaining strength, I have focused my search in some of the structures of thought that have historically made possible the application of models to our irreducible realities.

Adán Vallecillo, July 2012

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La Utopía defensiva del capitalismo tardío. Texto de Santiago Olmo. Descargar

El proyecto de Adán Vallecillo, Charter City, incide de una manera muy sutil en uno de los problemas más acuciantes del presente: el espacio público amenazado por una ideología de la privatización dirigida desde la rentabilidad económica y un concepto de libertad que reclama una desregulación para preservar ante todo el derecho inalienable deobtener beneficios a cualquier precio, cueste lo que cueste.

Con un punto de partida tan candente, la selección de obras y proyectos, tiende a hablar desde el silencio. Los objetos aparecen como documentos, como deslizamientos semióticos, y se asientan en las paradojas del sentido, como una suerte de suite de poemas visuales. Tratándose de un proyecto eminentemente político no hay ningún elemento que remita a un discurso panfletario, ni a ninguna reivindicación explícita que pueda ser asociada a un plano ideológico. Sin embargo en la propuesta hay un decidido compromiso con la realidad y una reivindicación de la primacía del derecho y de lo público como una garantía democrática. La denuncia se expresa en un silencio mordaz, mediante metáforas. Los aspectos formales, las relaciones geométricas o la tensión de materiales, así como las lecturas polisémicas del objeto, tienden a construir un discurso densamente político, pero sin que se note.

Este proyecto explicita el desacuerdo y la disensión, como un posicionamiento ético en el que se implican a los aspectos formales de una obra o de un montaje para que desempeñen una función simbólica que a la vez sea estética y genere una fricción de ideas. La distancia con un eslogan, mucho más explícito pero menos eficaz, pone de relieve cómo el arte político hoy, ha derivado hacia planteamientos muy críticos con la ideología y cómo el arte en tanto que arte se constituye, fundamentalmente, en una conciencia política.

Las referencias, en este caso, se centran de manera muy específica en un contexto muy determinado, el contexto político hondureño, que si bien necesita ser explicitado no debe ser descrito por la obra, sino sencillamente analizado. A fin de cuentas la obra no tiene como objetivo último la descripción, sino que debe proceder a un análisis que permita o propicie una comprensión crítica.

Los procedimientos del análisis tienden a desvelar contradicciones. Al emplear y privilegiar objetos y postergar el lenguaje como narrativa dominante, la obra adquiere un espesor tenso de significados porque se desvanece la sensación de ataque. El señalamiento es así mucho más incisivo.

La obra de Adán Vallecillo se ha caracterizado tanto por sus dosis de humor (quizás es más adecuado definirlo como ironía y en ocasiones como sarcasmo) como por su capacidad de síntesis.

No es casual que los objetos de los que se sirve en sus obras sean herramientas técnicas del ámbito de la construcción, de la ingeniería o de la tecnología. La cinta métrica es un hilo conductor para explicitar el dominio del pensamiento de la cuantificación. Sobre el cálculo se inscriben los discursos de dominación, que reducen las realidades a cifras. Si en algunas piezas anteriores la cinta métrica se transformaba en un objeto de ecos surrealistas cuando se le añadían puntas de tenedores o cucharas, con el objetivo de precisar el valor de la delimitación de un espacio, también mental, en otras la dimensión del espacio establecía una correspondencia de tiempo como cronología espacial. La contrapropuesta ahora no es la ruptura de la medición, sino la posibilidad de instaurar otro orden geométrico que contenga las claves de la emancipación. Así parece ocurrir en la pieza central de la exposición Charter City, pero también en Misantropía, una serie de prensas de sargento articuladas como mecanismos de contención al servicio de una medición.

Los cables de seguridad que rodean una columna del espacio en Masterguetto, son conectores sin conexión, desconectados. Cumplen por tanto una función anómala e inútil. El diálogo que esta pieza establece con Monografía, proyección de escudos identificativos de empresas de seguridad privada de Tegucigalpa, es muy vibrante. Las conexiones desconectadas empiezan entonces a tener el sentido de un circuito fragmentado.

Segmentario II, constituida por una serie de cámaras neumáticas de ruedas de tractor punteadas de válvulas de seguridad, vuelve a remitir a las técnicas de parcheo como estrategia de control: contención de escape, sin control no hay posibilidad de volumen. Con un tono más poético y melancólico, Tres Tristes Trópicos, es una ácida metáfora del control que imprime el cálculo y la agrimensión de las cintas métricas. Las palmas situadas en lo alto de una plataforma hidráulica han sido seleccionadas y raptadas, aisladas como posesión exclusiva fuera del alcance de quien no controle el mecanismo de la máquina.

Austeridad certera, pues desde el ingenio, cada pieza establece ideas que son revulsivos, contradicciones o paradojas. La utilización del objeto es un mecanismo de desvelamiento de sentidos y de significados.

Charter City, que en español se conoce como Ciudad Modelo, es una ciudad cuyo sistema de gobierno está determinado por una regulación (ley, legislación) independiente y exclusiva, que puede apartarse de la ley normativa del país con el objetivo de obtener mejores ventajas fiscales, estableciendo una específica regulación laboral y privatizando la gestión de todos los servicios. En definitiva una Charter City tiene mucho que ver con un paraíso fiscal, insertado en el corazón de un estado soberano.

En la historia delderecho hay algunos antecedentes a este modelo. En la Edad Media en el Reino de Castilla, se utilizó el término fuero o foral para designar los privilegios o leyes exclusivamente locales concedidos por el monarca a una ciudad o a un territorio, estableciendo frente a la ley general una excepción a la regla. Como vestigio de ese modelo legislativo el régimen foral se sigue aplicando en España en los territorios vascos y en Navarra, respetando una tradición histórica que permite un alto grado de autonomía local. En Alemania durante el mismo periodo, surge un modelo de ciudad portuaria con amplias libertades comerciales y financieras en la costa del Báltico y del Mar del Norte que al modo de ciudades-estado se federaron en una liga, independientes del poder imperial, y constituyeron la Hansa (liga hanseática).

No cabe duda de que el concepto contemporáneo de Charter City se inscribe en la utopía. Pero una utopía propia del capitalismo tardío, ligada a una concepción del mundo basada en la perspectiva de lo defensivo y en la desigualdad de los individuos, con una intensa visión nostálgica del pasado.

La utopía ha sido asociada a los movimientos de regeneración moral y política que desde el renacimiento europeo trataron de plantear una solución programática de las injusticias y las desigualdades de la sociedad de su tiempo. A pesar de que una parte muy consistente de la literatura utópica tendía a convertirse en proyecto o al menos en un apéndice de la teoría política, que construyera una visión crítica de alternativas, el estilo paradójico frecuentemente empleado, condujo a partir de la revolución francesa al descrédito del término o en cierto modo a su posicionamiento en paralelo con la quimera y lo imposible. Frente a la utopía entonces se afirma el pragmatismo.

Berlín, durante la Guerra Fría, fue el escenario de colisión de ambos modelos utópico-pragmáticos. Cuando cayó el muro de Berlín, una parte del pensamiento finisecular neo-liberal tendió a asociar la utopía al totalitarismo, quizás leyendo erróneamente a Karl Popper , y adjudicando al modelo soviético un carácter utópico, cuando en realidad ese sistema no era sino una aplicación pragmática y anti-utópica del capitalismo al estado. La confusión está servida desde el principio. Ciertamente la literatura utópica contenía desde el Platón de la República y las Leyes, un sesgo totalitario, pero también desarrolló otros modelos de pragmatismo exitoso en manos de la iglesia católica, especialmente en el continente americano, contribuyendo a la discusión de los derechos y la dignidad del hombre, aplicadaa los indígenas americanos: el proyecto de Vasco de Quiroga en Michoacán, en la recién fundada Nueva España del siglo XVI o las reducciones jesuitas del Paraguay entre los siglos XVII y XVIII.

También es un error asociar la utopía únicamente a corrientes de pensamiento de tipo socializantes, pues el espíritu regeneracionista se desarrolla también desde concepciones individualistas que conciben la desigualdad como un estado natural que actúa como activación de lo social.

Es precisamente desde Hobbes que arranca una utopía de carácter individual (también, evidentemente, con muchos elementos totalitarios que manipulan el concepto de libertad) y que se traduce en la formulación de un capitalismo moderno como utopía pragmática basada más en el consumismo que en el ejercicio democrático, por lo que el concepto de ciudadano que en el siglo XIX estuvo asociado al propietario, en el capitalismo tardío lo está al consumidor. Su difusión planetaria a partir de la II Guerra Mundial se realiza como una campaña publicitaria bajo el slogan del American Way of Life. Lo más interesante de esta discusión es que el American Way of Life surge como una solución a los efectos de distorsión social producidos por la Gran Depresión y la crisis financiera, mediante una integración del New Deal con sus preocupaciones sociales y su interés por atender a los más desvalidos, haciendo frente a la pobreza que generó el Crack del 29, con la creencia (ciertamente utópica) de que la pulsión individual de codicia y la capacidad emprendedora pueden regenerar tanto al individuo como a la sociedad, expandiendo la riqueza y el bienestar.

En el marco de la Guerra Fría la utopía pragmática del consumo funcionó como un proyecto de resistencia individualista ante el colectivismo totalitario soviético que se presentaba ante el mundo como una utopía igualitaria de economía planificada. Sin embargo también propició estrategias y soluciones pragmáticas de comprobada viabilidad y éxito como la socialdemocracia europea. El que actualmente la socialdemocracia europea y su estado del bienestar atraviesen un proceso de sistemático desmantelamiento, frente a la presión del neo-liberalismo norteamericano y el post-maoismo capitalista chino que presentan serios déficits democráticos, confirma la pretensión del mercado global de que la democracia y sus garantías han dejado de ser competitivas y por tanto constituyen un lastre para la eficacia económica.

Un nuevo despotismo ilustrado trufado de hegelianismo liberal que encaja en la noción de totalitarismo de Karl Popper. Estas presiones en el ámbito latinoamericano han creado el caldo de cultivo de populismos de todo tipo en el que una fórmula como el narco-estado permitiría la convivencia de corporaciones y organizaciones criminales. En tanto que discurso propagandístico, la utopía del consumo ha tenido en el cine un vehículo de difusión, pero también desde el cine ha sido tratada críticamente. Vamos a seleccionar algunas producciones de esta línea como metáforas anticipadoras de su consolidación actual.

El consumo tiende a propiciar una desregularización del deseo. En una obra de carácter moralizante como Las aventuras de Pinocho (1882) de Carlo Collodi, uno de los clímax del relato es la captación de niños (entre ellos se cuela Pinocho) por parte de un desalmado feriante que promete un “país de los juguetes” donde el estudio y la escuela han sido sustituidos por el juego sin reglas ni horarios. Los niños pueden allí hacer lo que en sus casas está regulado y prohibido por los padres: jugar sin control, comer golosinas, romper espejos y cristales… El deseo sin límites es una promesa de felicidad como lo fue el “país de cucaña”, pero este es el camino de una degradación del individuo y así, a medida que los niños dan rienda suelta a sus deseos e instintos, sin freno, van poco a poco convirtiéndose en animales domésticos (bueyes, cerdos, ovejas, asnos) que son esclavizados para trabajar sin descanso. Desde esta mirada se puede comprender el sentido de Westworld (1973) dirigida por Michel Crichton, y que desde la ciencia ficción aborda un parque temático del mundo del Oeste, en el que los visitantes viven en directo la experiencia de un western. Por ejemplo, sin peligro alguno pueden participar en duelos con armas de fuego porque se enfrentan a robots programados para ser siempre vencidos o si lo desean y sin resistencia, podrán disfrutar de la gentil compañía de una de las cantantes del Saloon. La película expresa el grado máximo del placer, en un deseo que se apaga sin riesgos, en una situación de desregulación completa y total, donde matar es una experiencia sin consecuencias, no solo impune, sino aceptada en las reglas del juego. El problema es que en la película los robots se rebelan, dirigidos por un “replicante”, encarnado por Yul Brinner, que tiene como anomalía una capacidad de raciocinio, de crítica y por tanto de respuesta y de sublevación.

Siguiendo la misma pauta del parque temático y como una secuela, en 1976 se produjo Futureworld dirigida por Richard T. Heffron, donde se aborda la capacidad de las corporaciones para reemprender proyectos que previamente han conducido a fracasos por estar sustentados en la quiebra de las legislaciones. Gracias a sus conexiones políticas pueden repetir elexperimento para volver a fracasar. Esta estructura argumental es la misma que años más tarde utilizará el propio Michel Crichton en su novela Parque Jurásico y que servirá de hilo conductor en las tres entregas cinematográficas. Si este tipo de novelas y películas de ciencia-ficción plantean la desregulación como un mecanismo liberador del deseo, el consumismo que sustenta la lógica económica del beneficio y del lucro, se apropia de este principio y exige para su consolidación una regulación de la desregularización que sistematice tipos de libertad de elección, aunque entren en contradicción con la normativa democrática igualitaria, con el objetivo de ampliar derechos sectoriales y sobre todo restringiendo aquellos derechos de ámbito general. Hay dos conceptos básicos de libertad que parten de presupuestos muy diferentes. Uno toma en cuenta la libertad desde la igualdad universal y otro desde una desigualdad basada en un evolucionismo social, para el que solo los más fuertes o los más dotados alcanzarán la plenitud de derechos, fundamentalmente porque estos puedan pagarse o sufragarse (léase educación, vivienda, sanidad, higiene, servicios, etc.). Sin embargo es fuera de la ciencia-ficción, bajo el formato de comedia fantástica que la idea de una Charter City, aparece en forma paródica: Pleasantville (1998) dirigida por Gary Ross. La película que estuvo nominada a tres oscar, es de manera retrospectiva una ácida crítica del sueño americano como un mito insertado en el inconsciente colectivo. La enrevesada trama cuenta la historia de dos hermanos, Jennifer y David, que son transportados a una serie de televisión de los años 50, Pleasantville, donde todo es en blanco y negro. Allí no existe el color, sus habitantes no se relacionan con la cultura, la urbanización no tiene salida ni comunicación con el mundo exterior, y todo es perfecto: no hay enfermedades, todo se hace bien, los jugadores del equipo de basket encestan todos los tiros, y quizás por ello, sus habitantes tampoco conocen el sexo. Cuando Jennifer se enamora y besa al capitán del equipo de baloncesto del instituto, empieza a surgir el color y el sueño dorado de la ciudad perfecta empieza a desmoronarse, coloreándose.

Una cierta idea de Charter City empieza a fraguarse entre los años 50 y 60 bajo la forma de urbanizaciones residenciales que materialicen el sueño americano y permitan soñar a la clase media emergente con un porvenir de bienestar. Ese entorno envuelve el consumo, dibuja un ritmo de vida desahogado y saludable, complementa la privacidad individual familiar con una idea de comunidad en la que se anulan las diferencias. La igualdad se establece por una norma cultural y por un mismo tipo de renta familiar. Cualquier diferencia puede ser sospechosa, subversiva. En el fondo, es un panorama de control social.

Una variante de este modelo de urbanización, pero con un sentido colonial del control, ya fue ensayado en el protectorado francés en Marruecos entre los años 1920 y 1930, con la construcción de la Nouvelle Medina de Casablanca. Frente a la ciudad europea donde se alterna el art-deco y el movimiento moderno, que recibe al inmigrante europeo, la Nouvelle Ville Indigène, se propone como un espacio habitacional para el flujo migratorio marroquí del campo y el interior. El centro social, reproduce la estructura de una medina tradicional, con callejuelas, plazas dominadas por una mezquita y espacios comerciales, pero con un orden más geométrico que no permita el laberinto donde pueda esconderse la subversión contra el poder. La degradación programada de la medina tradicional y del barrio judío (Mellah), a través de un desplazamiento del comercio, fue el preámbulo de su demolición, y en sus terrenos, más cercanos al mar y al puerto, se construirían espacios públicos, oficinas y edificios residenciales europeos, aprovechando su mejor situación.

La Nouvelle Medina en el barrio “des Habous” es hoy un espacio vivo, pero falsificado, dotado de ese carácter de decorado de Hollywood, y donde el desorden que imprime la vida aparece ordenado y preestablecido. Los nuevos espacios residenciales que se han construido en Centroamérica toman como referencia los desarrollos urbanos norteamericanos, pero tienen mucho que ver con esas iniciativas arquitectónicas de los años 30 que impulsó el colonialismo europeo y que alimentaron también las reconstrucciones de arquitectura vernácula y “típica” que dieron cuerpo a las exposiciones universales y las exposiciones coloniales, recreando ambientes tradicionales con los objetivo de un parque temático .

La recuperación de una arquitectura tradicional dota a estos proyectos de una perspectiva nostálgica del pasado, y su carácter utópico se resuelve en su espíritu conservador, volver a recrear la imagen que las ciudades tuvieron en el pasado, donde cada barrio tenía una homogeneidad de clase, todo estaba limpio y el orden público ejercía un control efectivo. El mecanismo tiene algo de perverso. Primero se abandonaron los centros de las ciudades porque no eran suficientemente modernos para el imaginario de las élites, pues la nueva sociedad de masas propiciaba un encuentro de clases sociales en el espacio público. Luego estos centros históricos se degradaron por la ausencia de planes rectores y de cohesión social. Sin proyectos de reforma que atendieran a una mayor justicia social para las clases más desfavorecidas económicamente, la quiebra social significaba también una quiebra de la ciudad. Como solución a las fracturas sociales se construyeron zonas privadas con el aspecto de country club en las que se pudiera además trabajar y comprar, con una seguridad garantizada en los accesos y en el interior del recinto.

En lugar de tratar de solucionar el problema social, la solución propuesta propone su alejamiento, esconderlo debajo de la alfombra: alejándose del problema este desaparece, la solución se asemeja al ghetto, donde vivir en un entorno protegido y privado, sin mezclas peligrosas. Pero para tener la sensación de vivir en una ciudad y no en un entorno sin carácter, se reconstruye la atmósfera arquitectónica y estilística de la ciudad original que años atrás se rechazó porque era pública y ya no solo de unos pocos: así volvemos a pensar en la ciudad como fue una vez y que no se quiso compartir. Ese es el espíritu, por ejemplo, de Cayalá, a 10 minutos del centro de Ciudad de Guatemala en las laderas de los cerros de la carretera de El Salvador: un desarrollo urbano exclusivo, que ha crecido en varias fases de urbanización y que en su sección comercial y de servicios ha adoptado una arquitectura que recuerda la imagen de ciudad colonial en clave de parque temático. Los videos promocionales y la literatura publicitaria desvelan los aspectos de una utopía defensiva que se presenta como pragmatismo. Dentro del perímetro hay escuelas exclusivas, clínicas médicas y espacios deportivos.

El objetivo es potenciar “un estilo de vida saludable y en armonía” “rodeado de naturaleza”. Los accesos controlados por códigos de seguridad protegen el encuentro de “lo familiar y lo casual” y en conjunto nos encontramos con “un sistema diferenciado de seguridad sin aparente presencia”. Todo ello parece indicar cómo el pragmatismo descarta toda capacidad de lo público para garantizar la seguridad y la necesidad de privatizar todos los servicios para que estos sean realmente eficaces. Además, como punto esencial, se subraya un 450% de plusvalía en la inversión. Estas nuevas ciudades amuralladas deben su fortuna a que el estado dejó de ser una garantía de seguridad, de democracia y de eficacia. A ello han contribuido prácticas económicas y creencias políticas. El fracaso del estado indica entonces que la solución es la privatización de los servicios. Pero es una solución para quien pueda pagarla. El resto de la sociedad quedará excluido y por tanto no podrá participar en el nuevo modelo de ciudad. La Charter City, un proyecto impulsado por el economista norteamericano Paul Romer, parte de esta situación de escisión social, larvada desde los inicios del siglo XX, y se inspira en los modelos de Hong-Kong y Singapur, para implantar una serie de polos de desarrollo económico en Honduras. La situación geográfica del país, entre dos océanos, con puertos naturales de condiciones óptimas y con extensiones de territorio deshabitado (una condición esencial para el desarrollo de la Charter City) ofrece las mejores oportunidades para este proyecto utópico. La pertinencia del ejemplo de Hong-Kong estriba en que la ciudad, con una historia de libre mercado bajo dominio británico durante cien años, al ser reintegrada en China mantuvo un estatuto especial (económico y con ciertas especificidades políticas) que fue exportado a otros enclaves, con el objetivo de implementar progresivamente el capitalismo en un país post-maoísta, de economía planificada, agricultura colectivizada y totalitarismo político.

El aparente éxito económico de la formula (aunque no se habla de las condiciones de explotación en el trabajo, la infravivienda, la ilegalidad de sindicatos, etc.) condujo a Paul Romer a pensar que el modelo podía implantarse en cualquier lugar, siempre y cuando hubiera nueva tierra disponible. Esa es precisamente una de las condiciones: la ciudad debe ser de nueva planta y sus habitantes deben voluntariamente ir a vivir a ella. Curiosamente para desarrollar lo que se denominaron Regiones Especiales de Desarrollo (RED) el gobierno hondureño, presidido por Porfirio Lobo, debía proceder a un cambio en la constitución que permitiera una excepción legislativa en estos territorios. Hay que recordar que el golpe de estado que depuso al presidente electo en las urnas Manuel Zelaya fue justificado por los cambios en la constitución que éste impulsó para permitir su candidatura a la reelección. Según algunos analistas, como Suzy Dean, lo que caracteriza a estas Charter Cities hondureñas es la posibilidad de suspender la democracia, como resultado de la libre voluntad de sus futuros habitantes . No es casual pues que el proyecto se haya planteado en Honduras después de un golpe de estado y donde a pesar de unas elecciones presidenciales no se han reestablecido garantías auténticamente democráticas. Recientemente y debido a discrepancias sobre transparencia (se podría leer más bien opacidad en las adjudicaciones de contratas, o dicho de otro modo indicios de corrupción) con el gobierno hondureño, Paul Romer y el comité asesor de expertos designado por los propios promotores del proyecto y refrendado por el gobierno, han dimitido y han abandonado la dirección del proyecto . Aunque unos días después, el parlamento hondureño rechazó los cambios en la constitución que legalizaran el estatus de las REDs, el asunto está aún lejos de quedar zanjado. Hasta este momento se ha desarrollado un ingente material teórico sobre los beneficios de las Charter Cities distribuidos en las webs de Romer y del propio proyecto, subrayando una clara alineación con las ideas de un estado libertario de libre mercado en sintonía con las tesis político-económicas de Milton Friedman .

La utopía defensiva del capitalismo tardío se caracteriza así como un anarquismo libertario de guante blanco, en el que el sector privado de los negocios se presenta como el mejor garante de una gobernanza global, capaz de extender sus beneficios al resto de la sociedad, pero quizás no a todos, solo a aquellos que se sometan a la legislación de la desregulación. De nuevo un Hobbes, pero desprovisto de su sentido crítico, investido en cambio de un optimismo que es todo menos pragmático. El modelo constituye sin duda una apuesta de futuro que mira al pasado, y configura un nuevo tipo de amenaza totalitaria camuflada en libertarismo. La teoría del shock de Naomi Klein no está lejos de poder ser aplicada a este modelo.

El ejemplo de las REDs en Honduras muestra la posibilidad de establecer alianzas entre el sector público y el sector privado, que eventualmente (y esto es lo que se resume en la web de Paul Romer, aunque el gobierno hondureño lo haya rechazado al menos inicialmente) pueden contar con la colaboración con gobiernos extranjeros en la implementación de la administración de las Charter Cities. Paul Romer en una de sus conferencias estrellas plantea la posibilidad de que se desarrolle una Charter City en el lugar que hoy ocupa la base militar de Guantánamo, para introducir el capitalismo en Cuba siguiendo un modelo chino, pero contando con una eventual colaboración con Canadá y España, que son actualmente importantes socios comerciales del gobierno de La Habana .

El objetivo es crear zonas de desarrollo económico donde el beneficio sea el único vector. Pero lo más interesante es como todos los servicios, incluida la seguridad estarían gestionadas desde el sector privado así como regulado y controlado el flujo de personas que entran y salen de la ciudad. Los paralelismos con los sistemas de control totalitarios clásicos parecen confluir de un modo perverso en las Charter Cities. Sin embargo, y a pesar de las numerosas críticas y advertencias publicadas desde medios prestigiosos y nada condescendientes con pensamientos de izquierda, como el New York Times o The Economist, no parece que haya una corriente de pensamiento suficientemente articulada capaz de desmontar los presupuestos teóricos de la Charter City, habida cuenta de que el pensamiento dominante da prioridad al mercado frente a la democracia. ¿Estamos a las puertas de una reconfiguración del orden mundial de las leyes y los estados, de los derechos y las constituciones, de la democracia, desde las exigencias de una privatización de carácter totalitario? A esas preguntas, Adán Vallecillo pone otras preguntas. Más rigurosas si cabe. Ese es el valor simbólico del arte. 

Referencias en otros medios